Un aforismo típico y realmente cierto.
La mentira en la cotidianidad se presenta desde el pequeño <*> en la publicidad de algún producto o servicio hasta falsaciones institucionalizadas en discursos generalmente políticos. La mentira actúa como una estrategia para ofrecer impresiones positivas a los demás, obtener beneficios propios o beneficiar a otros, para evitar pequeños y grandes castigos o para no herir innecesariamente los sentimientos de alguien más.
Más allá de los cuestionamientos morales de la mentira, este comportamiento es entendible en ciertos casos, pero insostenible en otros. No existe un punto medio. La astucia no justifica la mentira, más bien el prejuicio usa la mentira para tachar a un astuto como mentiroso.
El facilismo, la viveza criolla y la picardía son el común denominador del mentiroso. Todos hemos dicho alguna mentira en medidas diferentes. Cada mentira genera un riesgo o impacto negativo que puede ser la perdida de confianza, afectación de la imagen personal y en muchos de los casos puede volverse un vicio incontrolable.
Si el oficio es algo habitual que requiere de tiempo y esfuerzo; y la mentira es lo ineludible que se presenta siempre. Podemos concluir que el oficio de mentir se refiere a practicar la mentira de manera seguida y a pesar de que es inevitable y a veces repentina, se lleva con esfuerzo y tiempo al mayor nivel posible. Los factores esfuerzo y tiempo son controlables. El oficio de mentir no tanto.
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